“La delicadeza es la novela de la esperanza y la imaginación, la novela
de ese París fascinante en el que el dolor y la vulgaridad se transforman en
poesía.”
La delicadeza, de David
Foenkinos, no narra una gran historia. Más bien es una historia de amor de lo
más simple. Lo que le aporta un encanto especial a esta novela es la forma en
la que está escrita, esa elegancia y sutileza que utiliza para describir los
sentimientos de los personajes y la ternura y sensibilidad de los pequeños
detalles que le confieren el poder de llegar al lector.
Nathalie conoce a François, y se enamoran perdidamente en apenas
cincuenta páginas. Cuando están juntos, el tiempo transcurre con una ligereza vertiginosa.
Eran la pareja perfecta: apenas acababan de conocerse y ya estaban celebrando
su primer aniversario sin la más mínima discusión, dejando pasmados a todos los
expertos en tirarse los trastos a la cabeza. Pero como era de esperar esto no
duró mucho tiempo. François muere y la felicidad se hizo pedazos igual que
Nathalie.
Durante su vida en común,
François había tenido tiempo de dispersarse por todas partes, de dejar un
vestigio en cada respiración, de grabar en la memoria de Nathalie momentos que
serían su futura nostalgia. Al morir, había detenido su amor en el tiempo. Los
había empujado a una eternidad imperturbable. Nathalie pasa a vivir en un mundo
detenido en el tiempo, en el vacío, con
el corazón latiendo sobre un montón de ruinas. “Habría que pararse a pensar en todos esos destinos que encallan en las
orillas de lo que pudo haber sido y no fue."
¿Qué será de Nathalie en las
doscientas páginas restantes?